viernes, 2 de octubre de 2009

Hay gente que se preocupa por ser popular. Por encajar, por estar in. Les gusta saber que a los demás les interesa qué dirán. Quizás sea que está bien visto cómo se visten, cómo hablan, qué cosas piensan. Cuando se es niño, ser popular se traduce en tener la mejor muñeca o el último juego de compu. En la adolescencia un buen gusto en indumentaria o un carisma incomparable son vehículos hacia la popularidad. El hecho es que, tengan 7 0 30 años, hay gente que quiere sentir esas miradas de interés.

Algunos lo logran. Parece que nacieron para eso. Su forma de ser, sus gestos, su habla, hasta la forma de caminar despierta una especie de admiración instantánea. Y todos quieren sentarse al lado de ellos. Todos pretenden averiguar qué piensan.
Pero para otros es un tanto más difícil. Con cara de feliz cumpleaños andan por ahí saludando gente, haciendo chistes que nadie encuentra graciosos e intentando pertenecer a un grupo social que no los acepta. Tratan durante años de llamar la atención, de cosechar alguna mirada o una risa. Y fracasan cada vez. Reman durante tiempo, entre temporales y olas gigantes, pero se ahogan justo antes de llegar a la orilla.

Pero los tiempos cambian. Lo que antes parecía una lucha digna de película yankee (esas donde el nerd intenta con todo su ser cambiar, pasarse al bando de los chicos malos que hacen fiestas en casa cuando el padre militar está bombardeando Irak) ahora es una pasada. Un segundo. Una simple respuesta dada a la voz en el teléfono.

Es que, señoras y señores, en estos tiempos que vivimos, tiempos de campaña electoral, de porcentajes y gráficas que intentan predecir al ganador, una nueva tendencia se impone entre la población con alto impacto. Hablamos, claro está, del indeciso.

El indeciso es el habitante más importante de nuestro país en estos momentos. A nadie le importa otra cosa que el indeciso. Todos hablan de ellos. Todos quieren saber qué piensan, qué hacen, que votaron la última vez y hacia qué lado están menos indecisos. Porque hasta el indeciso está menos indeciso para un lado que para el otro.
Todos los politólogos hablan de él. Todos los candidatos a presidente. Toda la población, ansiosa por saber hacia qué lado se repartirán más pedazos de indecisión.

Y ellos, que durante años lucharon por subirse al altar y ser contemplados, ahora disfrutan de sus días de fama. Ahí está Rigoberta Suárez, la de los dientes torcidos y la verruga en la punta de la nariz. Ahí está ella, ostentando su nuevo status de indecisa. Ella recuerda a Lorena Núñez, la compañera de clase que estuvo de novia con cada uno de los chicos que le gustaban a Rigoberta. Lorena, la yegua que se hacía la amiga y por detrás se reía de ella. Rigoberta, la que sólo fue invitada a 3 de los 25 cumpleaños de 15 que hubo en su clase en tercero de liceo.
Ahí está Rigoberta, que piensa, radiante: ¡El sordo González no se desvela de noche intentando saber a quién votarás vos, forra!


Mitocondria.

1 comentario:

  1. se va un cloroplasto
    un cloroplasto se va

    se va este organelo
    se va a vacacionar
    se va a las alturas
    pero no va a explotaaaaar

    lai lai la ra

    dicen que se fragmenta el organismo...
    no no no no no
    dicen que esta célula se hace a-ni-mal
    no no no no no

    que no es así, no puede ser
    que hay otra forma de vivir sin clorofila (por un rato) (a la distancia)(les mando los productos de la fotosíntesis por el correo)

    aaaaaah, que parranda, que parranda,
    un plasto se va de viaje
    y vuelve en dos semanas

    aaaaaah, que parranda, que parranda,
    se va a hacer la fotosíntesis al Titicaca.

    Salú.

    ResponderEliminar