sábado, 5 de septiembre de 2009

Madre de Niño de Escuela.


Existen en este planeta diversas formas de vida, como flores en un inmenso campo poblado. Se balancean con el viento suave, se retuercen con las tormentas de invierno sujetándose fuerte para no volarse. La diversidad, oh maravilla.

Por donde sea que se ande se pueden encontrar espécimenes tan distintos que parece imposible que convivan. Pero conviven. A duras penas logran sobrellevar el desafío inmenso que es el día a día.

Una de las especies de seres más curiosas es la Madre de Niño de Escuela. Algunos especialistas en el tema consideran que no son una especie aparte, sino que es simplemente una etapa en la vida de toda madre. Porque, claro, toda madre fue madre de un niño en edad escolar. Y, si tuvo suerte, le compró la merienda, le planchó la moña y lo acompañó a la puerta de la escuela. Pero creo que estamos hablando de otra cosa: La verdadera Madre de Niño de Escuela (MNE) es algo más que una madre cálida y dedicada. Es casi una loca psicópata adicta a su hijo. Es una cocainómaca que ve polvito blanco sobre la piel de su crío. Es una clelptómana cuyo más preciado tesoro es su nene de oro.

La MNE pasa cada día de su vida dedicada a su hijo sea el niño más lindo de la escuela. A que tenga la túnica más blanca (porque ella pasa el desafío ACE y le pega tres cachotes a Fabián Gianola), la moña más grandota y más perfecta, la merienda siempre lista y ese peinado raya al medio que lo deja en evidencia ante todos los compañeritos.

En realidad, durante casi todos los días del año, la MNE no pasa más que por una madre dedicada. La verdadera prueba de fuego está en esos días especiales. Hablamos, claro está, de dos tipos de acontecimientos: Los actos en fechas patrias y algún tipo de fecha especial de entrega de útiles, o alguna de esas bobadas que hacen para el día del abuelo. Después está la vedette de las fechas especiales, que es la fiesta de fin de año. Ahí, la MNE se relame como un felino a punto de comer su ración del día. Se siente en su medio como renacuajo recién salido de esos huevitos gomosos asquerosos. Acecha desde los rincones y no duda en atacar.

A todas estas fechas especiales la MNE irá perfumada, pintada rabiosamente, con su mejor aspecto de madre impecable. Intentará llegar temprano para ser la primera, y si no lo logra pechará a todo padre que le impida serlo. Mientras se abre camino entrando al aula, que nunca es suficientemente grande para acogerlos a todos, ella irá sacando cogote, poniéndose en puntillas para saludar a su hijito, que está ahí, en el medio del salón, sentado. Son las dos de la tarde, y su hijo entró a la una a la escuela. Sí, hace una hora que no lo ven. Pero... ¡cómo no saludarlo, aunque tenga que dar codazos y empujones!

Después de estar correctamente ubicada, de haberle hecho una seña amistosa a la maestra (que es su amiga, claro está), ellas meten una mano en la cartera y sacan la cámara de fotos. Por supuesto, toda ocasión que tenga a su nene como protagonista (¿Ah, cómo? ¿Su nene no es el protagonista? Debió mirar mal, señora) tiene que ser debidamente documentada. Así que mientras los treinta niños más sus treinta padres (más de uno MNE), más la maestra y la practicante se apretujan dentro de un salón minúsculo lleno de dibujos de colores que empieza a oler a ser humano, ellas se mueven de una punta a otra sacando fotos desde todos los ángulos. Ay, foto con el compañerito de banco. Foto jugando al tetris en la compu del Plan CEIBAL. Foto sonriendo. Foto haciéndose el distraído. Foto recitando un poema de Juana de Ibarbourou que ya sabemos todos de memoria pero que hay que escuchar hasta el cansancio.

Nunca es suficiente. Todo se potencia si, por esas cosas que tiene la vida, el niño es abanderado. ¡Dios nos libre! El ego de esa madre la infla tanto que se le saltan los botones de la blusa. Ahí sí, que a ninguna yegua madre de niño escolta se le ocurra adelantarse a sacarle fotos a su hijo que va a estar toda su vida detrás del suyo. Y cuando su nene sea llamado por el micrófono, cuando camine a ponerse delante de la bandera, ella se meterá delante de todos y llenará la mita de la memoria de la cámara con fotos toditas iguales.

La MNE es una plaga de la sociedad. Es un perfecto ejemplo de porqué estamos como estamos. Es, indefectiblemente, una convencida de que su hijo tiene potencial de Núcleo. Nunca aceptará que sea delegado a un segundo lugar. Nunca lo dejaría ser Mitocondria. Y si pasa, porque ningún hijo es niño para siempre, ella se sentirá profundamente desepcionada. Un día, veinte años después de aquella fiesta de fin de año, se pone a mirar fotos y lo encuentra allí, con su peinado raya al medio, parado frente a la bandera. Y se pregunta qué hizo mal.
Por: Mitocondria.

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